El centurión respondió y dijo: Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techo; pero di la palabra solamente, y mi criado sanará.

Ver. 8. Señor, no soy digno, etc. ] Fidei mendica manus; la fe es una gracia que vacía, y hace gritar a un hombre con Pomeran: Etiamsi non sum dignus, nihilominus tamen sum indigens. Aunque no soy digno, no obstante, todavía soy necesitado. Por la fe llegamos a ver al invisible. Ahora bien, cuanto más ve un hombre a Dios, menos ve por sí mismo; cuanto más se acerca a Dios, más podredumbre siente en sus huesos. Señor, soy el infierno; pero tú eres el cielo (dijo el señor Hooper, mártir, a su muerte); Soy basura y sumidero del pecado, pero tú eres un Dios misericordioso, etc.

Pero diga sólo la palabra, etc. ] La humildad del centurión no era más baja que su fe elevada; que se extendió hasta el cielo, y frente a la debilidad humana divisa la omnipotencia.

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