1-8 Los cristianos no deben contender entre sí, pues son hermanos. Esto, si se atendiera debidamente, evitaría muchos pleitos y pondría fin a muchas riñas y disputas. En asuntos de gran daño a nosotros mismos o a las familias, podemos usar medios legales para corregirnos, pero los cristianos deben tener un temperamento indulgente. Remita los asuntos en disputa, en lugar de acudir a la ley sobre ellos. Son nimiedades, y pueden resolverse fácilmente, si primero conquistan sus propios espíritus. Soportad y aguantad, y los hombres menos hábiles de entre vosotros podrán poner fin a vuestras disputas. Es una vergüenza que las pequeñas disputas lleguen a tal punto entre los cristianos, que no puedan ser resueltas por los hermanos. La paz de la propia mente de un hombre, y la calma de su vecindario, valen más que la victoria. Los pleitos no podrían tener lugar entre hermanos, a menos que hubiera faltas entre ellos.

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