3-11  ¿Qué conocimiento de Cristo puede haber, que no vea que él es el más digno de nuestra entera obediencia? Y una vida desobediente muestra que no hay religión ni honestidad en el profesor. El amor de Dios se perfecciona en el que guarda sus mandamientos. La gracia de Dios en él alcanza su verdadera marca, y produce su efecto soberano hasta donde puede ser en este mundo, y esto es la regeneración del hombre; aunque nunca sea absolutamente perfecta aquí. Sin embargo, esta observancia de los mandatos de Cristo, tiene una santidad y una excelencia que, si fuera universal, haría que la tierra se pareciera al mismo cielo. El mandamiento de amarse los unos a los otros había estado en vigor desde el principio del mundo; pero podría llamarse un mandamiento nuevo dado a los cristianos. Era nuevo en ellos, como su situación era nueva en cuanto a sus motivos, reglas y obligaciones. Y los que andan en odio y enemistad con los creyentes, permanecen en un estado oscuro. El amor cristiano nos enseña a valorar el alma de nuestro hermano, y a temer toda cosa que perjudique su pureza y su paz. Donde habitan las tinieblas espirituales, en la mente, el juicio y la conciencia estarán oscurecidos, y confundirán el camino hacia la vida celestial. Estas cosas exigen un serio examen de conciencia y una oración sincera para que Dios nos muestre lo que somos y hacia dónde vamos.

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