16-21 El evangelio no es algo débil, sino que viene con poder, Romanos 1:16. La ley nos presenta nuestro estado miserable por el pecado, pero ahí nos deja. Descubre nuestra enfermedad, pero no da a conocer la cura. Es la visión de Jesús crucificado, en el evangelio, lo que sana el alma. Trata de disuadir al mundano codicioso de su avaricia, una onza de oro pesa todas las razones. Ofrécete a alejar a un furioso de su ira con argumentos, no tiene paciencia para escucharlos. Intenta detener al licencioso, una sonrisa es más fuerte con él que toda la razón. Pero ven con el evangelio, y exhórtalos con la preciosa sangre de Jesucristo, derramada para salvar sus almas del infierno, y para satisfacer por sus pecados, y esta es esa poderosa súplica que hace que los hombres buenos confiesen que sus corazones arden dentro de ellos, y que los malos, incluso un Agripa, digan que están casi persuadidos de ser cristianos,​​​​​​​ Hechos 26:28. Dios se complace en Cristo, y en nosotros en él. Este es el Mesías que fue prometido, por el cual todos los que crean en él serán aceptados y salvados. La verdad y la realidad del Evangelio también fueron predichas por los profetas y los escritores del Antiguo Testamento, que hablaron y escribieron bajo la influencia y la dirección del Espíritu de Dios. Cuán firme y segura debería ser nuestra fe, si tenemos una palabra tan firme y segura en la que apoyarnos. Cuando la luz de la Escritura es lanzada a la mente ciega y al entendimiento oscuro, por el Espíritu Santo de Dios, es como el amanecer que avanza y se difunde por toda el alma, hasta hacer el día perfecto. Como la Escritura es la revelación de la mente y la voluntad de Dios, todo hombre debe escudriñar en ella para comprender su sentido y significado. El cristiano sabe que ese libro es la palabra de Dios, en la que saborea una dulzura, y siente un poder, y ve una gloria, verdaderamente divina. Y las profecías ya cumplidas en la persona y la salvación de Cristo, y en las grandes preocupaciones de la iglesia y del mundo, forman una prueba incontestable de la verdad del cristianismo. El Espíritu Santo inspiró a los hombres santos a hablar y escribir. Les ayudó y dirigió de tal manera al transmitir lo que habían recibido de él, que expresaron claramente lo que dieron a conocer. De modo que las Escrituras deben ser consideradas como palabras del Espíritu Santo, y toda la claridad y sencillez, todo el poder y toda la propiedad de las palabras y expresiones, provienen de Dios. Mezcla la fe con lo que encuentras en las Escrituras, y estima y reverencia la Biblia como un libro escrito por hombres santos, enseñados por el Espíritu Santo.

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