7-16 A cada creyente se le da algún don de gracia, para su ayuda mutua. Todo se da como le parece mejor a Cristo para otorgar a cada uno. Él recibió para ellos, para poder darles, una gran medida de dones y gracias; particularmente el don del Espíritu Santo. No un mero conocimiento de la cabeza, o el mero reconocimiento de que Cristo es el Hijo de Dios, sino algo que trae confianza y obediencia. Hay una plenitud en Cristo, y una medida de esa plenitud dada en el consejo de Dios a cada creyente; pero nunca llegamos a la medida perfecta hasta que llegamos al cielo. Los hijos de Dios crecen, mientras están en este mundo; y el crecimiento del cristiano tiende a la gloria de Cristo. Cuanto más se vea un hombre atraído a mejorar en su puesto, y según su medida, todo lo que ha recibido, para el bien espiritual de los demás, tanto más ciertamente creerá que tiene arraigada en su corazón la gracia del amor sincero y de la caridad.

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