5-11 El ejemplo de nuestro Señor Jesucristo se nos presenta. Debemos asemejarnos a él en su vida, si tuviéramos el beneficio de su muerte. Note las dos naturalezas de Cristo; su naturaleza divina y la naturaleza humana. Quien en la forma de Dios, participando de la naturaleza Divina, como el Hijo eterno y unigénito de Dios, Juan 1:1, no consideró un delito ser igual a Dios y recibir el culto divino de los hombres. Su naturaleza humana; en esto se hizo semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado. Así, por su propia voluntad, se rebajó desde la gloria que tenía con el Padre antes de que el mundo fuera. Se observan los dos estados de Cristo, de humillación y exaltación. Cristo no sólo tomó la semejanza y la forma, o la forma de un hombre, sino de uno en un estado bajo; no apareciendo en el esplendor. Toda su vida fue una vida de pobreza y sufrimiento. Pero el paso más bajo fue su muerte en la cruz, la muerte de un malhechor y de un esclavo; expuesto al odio y al escarnio públicos. La exaltación fue de la naturaleza humana de Cristo, en unión con la Divina. Ante el nombre de Jesús, no el mero sonido de la palabra, sino la autoridad de Jesús, todos deben rendir solemne homenaje. Es para gloria de Dios Padre confesar que Jesucristo es el Señor, pues es su voluntad que todos los hombres honren al Hijo como honran al Padre, Juan 5:23. Aquí vemos tales motivos para el amor que se niega a sí mismo como nada más puede proporcionar. ¿Amamos y obedecemos al Hijo de Dios?

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