22-35 Teniendo la garantía de declararse dirigidos por la influencia inmediata del Espíritu Santo, los apóstoles y los discípulos estaban seguros de que le parecía bien a Dios el Espíritu Santo, así como a ellos, no imponer a los convertidos ninguna otra carga que las cosas antes mencionadas, que eran necesarias, ya sea por su propia cuenta, o por las circunstancias presentes. Era un consuelo oír que ya no se les imponían las ordenanzas carnales, que desconcertaban la conciencia, pero que no podían purificarla ni apaciguarla; y que se silenciaba a los que turbaban sus mentes, de modo que se restablecía la paz de la iglesia, y se eliminaba lo que amenazaba con la división. Todo esto fue un consuelo por el que bendijeron a Dios. Otros muchos estaban en Antioquía. Donde muchos trabajan en la palabra y en la doctrina, puede haber oportunidad para nosotros: el celo y la utilidad de otros deben estimularnos, no hacernos dormir.

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