28-36 La transfiguración de Cristo fue un espécimen de esa gloria en la que vendrá a juzgar al mundo; y fue un estímulo para que sus discípulos sufrieran por él. La oración es un deber transfigurante y transformador que hace brillar el rostro. Nuestro Señor Jesús, incluso en su transfiguración, estaba dispuesto a hablar sobre su muerte y sufrimientos. En nuestras mayores glorias en la tierra, recordemos que en este mundo no tenemos una ciudad continua. ¡Qué necesidad tenemos de rezarle a Dios para que acelere la gracia y nos haga más vivos! Sin embargo, para que los discípulos pudieran ser testigos de esta señal del cielo, después de un tiempo se despertaron, de modo que pudieron dar cuenta completa de lo que pasó. Pero aquellos que no saben lo que dicen, hablan de hacer tabernáculos en la tierra para los santos glorificados en el cielo.

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