23-28 El diablo es un espíritu inmundo, porque ha perdido toda la pureza de su naturaleza, porque actúa en directa oposición al Espíritu Santo de Dios, y por sus sugestiones contamina los espíritus de los hombres. Hay muchos en nuestras asambleas que asisten tranquilamente bajo maestros meramente formales; pero si el Señor viene con ministros fieles y doctrina santa, y por su Espíritu convincente, están dispuestos a decir, como este hombre, ¡Qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret! Ningún desorden podría permitir a un hombre conocer a Jesús como el Santo de Dios. Desea no tener nada que ver con Jesús, pues desespera de ser salvado por él, y teme ser destruido por él. Mirad en qué lengua hablan los que dicen al Todopoderoso: Apártate de nosotros. Este espíritu inmundo odiaba y temía a Cristo, porque sabía que era un Santo; porque la mente carnal es enemiga de Dios, especialmente de su santidad. Cuando Cristo, por su gracia, libera a las almas de las manos de Satanás, no es sin que se produzca un tumulto en el alma; porque ese enemigo rencoroso inquieta a los que no puede destruir. Esto puso a todos los que lo vieron a considerar: ¿Qué es esta nueva doctrina? Una obra tan grande se lleva a cabo ahora, pero los hombres la tratan con desprecio y negligencia. Si no fuera así, la conversión de un hombre notoriamente malvado a una vida sobria, justa y piadosa, por la predicación de un Salvador crucificado, haría que muchos se preguntaran: ¿Qué doctrina es ésta?

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