No hay miedo en el amor: ningún miedo servil puede estar donde reine el amor. Pero el amor perfecto y adulto echa fuera el miedo servil: porque tal miedo tiene tormento, y por eso es incompatible con la felicidad del amor. Un hombre natural no tiene miedo ni amor; uno que está despierto, miedo sin amor; un bebé en Cristo, amor y temor; un padre en Cristo, ama sin miedo.

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