No es que tengamos dominio sobre su fe, esta es la prerrogativa de Dios solamente. Pero son ayudantes de tu gozo, y de la fe de la que brota. Porque por la fe habéis permanecido hasta el día de hoy. Vemos la luz en la que los ministros siempre deben considerarse a sí mismos y en la que deben ser considerados por los demás. No como tener dominio sobre la fe de su pueblo, y tener el derecho de dictar por su propia autoridad lo que creerán o lo que harán; sino como ayudantes de su gozo, ayudándoles a avanzar en la fe y la santidad. Desde este punto de vista, ¡qué amable parece su oficina! ¡Y qué amistoso con la felicidad de la humanidad! ¡Cuán lejos están, entonces, de la verdadera benevolencia, quienes la expondrían al ridículo y al desprecio!

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