REFLEXIONES

¡LECTOR! que usted y yo busquemos la gracia para hacer lo que hizo Pablo; y, mirando hacia arriba con santa fe y amor, a un Dios del pacto en Cristo, bendice al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, y aclamadlo como Padre de misericordia y Dios de toda consolación. Y ¡oh! Cuán dulce es para mi alma el pensamiento de que, como Padre de misericordias, puede y engendrará misericordias para mí, adecuadas a mis necesidades ya su gloria. Tendré misericordia perdonadora, misericordia renovadora y misericordia refrescante, sí, toda misericordia, para ayudar en todo momento de necesidad; porque mi Dios puede suplir todas mis necesidades según sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.

Y él no solo será mi Dios del Pacto, y Padre en misericordia; sino el Dios de toda consolación. ¿Quién, pues, necesitará consuelo? ¿Quién tiene a Dios por su porción? ¿Y quién cuestionará el amor y la fidelidad divinos, cuando Dios ha dado toda misericordia y todo consuelo en su amado Hijo? ¡Oh! por la gracia de leer eternamente y disfrutar de la inscripción de la cruz: El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros; ¿Cómo no nos dará con él todas las cosas?

¡Precioso Señor Jesús! el Amén! el testigo fiel y verdadero! ¡Oh! ¡Cuán bienaventurado y deleitado para el gozo de mi alma, que las bendiciones en ti y de ti no sean en un sí y no en la incertidumbre; pero todas las promesas en ti son sí, y en ti amén. Señor, conceda que en ti, el testimonio de mi conciencia sea en sencillez y sinceridad piadosa; y que así pueda tener mi conversación en el mundo, esperando esa bendita esperanza y la gloriosa manifestación de tu gran día, cuando te vea como eres y moraré contigo para siempre.

Y ¡oh! Espíritu Todopoderoso! tú me afirmas, me unges y me sellas hasta el día de la redención; para que tenga las arras del Espíritu en mi corazón.

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