Había cierto hombre rico, muy probablemente un fariseo, y uno que se justificaba a sí mismo ante los hombres; un caballero muy honesto, además de honorable: aunque no era apropiado mencionar su nombre en esta ocasión: que estaba vestido de púrpura y lino fino, y sin duda estimado por este motivo (tal vez no solo por quienes lo vendieron, sino por la mayoría de los que lo conocían,) como alentador del comercio y actuando de acuerdo con su calidad: Y banqueteando espléndidamente todos los días - Y en consecuencia, fue estimado aún más, por su generosidad y hospitalidad al mantener tan buena mesa.

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