Cuando lo hayas hecho todo, di: Siervos inútiles somos, porque un hombre no puede aprovechar a Dios. Bienaventurado el que se juzga a sí mismo como un siervo inútil; miserable es el que Dios declara así. Pero aunque no somos rentables para él, nuestro servicio no es infructuoso para nosotros. Porque a él le agrada dar por su gracia un valor a nuestras buenas obras, que como consecuencia de su promesa nos da derecho a una recompensa eterna.

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