Versículo 22. Entonces Pedro lo tomó y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Lejos de ti, Señor, esto no te suceda". 23. Pero él se volvió y dijo a Pedro: "Aléjate de mí, Satanás; me eres una ofensa, porque no sientes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres".

Orígenes: Mientras Cristo aún estaba hablando los principios de las cosas que les estaba mostrando, Pedro los consideró indignos del Hijo del Dios viviente. Y olvidando que el Hijo del Dios viviente no hace nada, y de ninguna manera actúa digno de reproche, comenzó a reprenderlo; y esto es lo que se dice: "Y Pedro lo tomó y comenzó a reprenderlo".

Jerónimo: Hemos dicho muchas veces que Pedro tenía un celo demasiado intenso y un cariño muy grande hacia el Señor Salvador. Por lo tanto, después de su confesión, y la recompensa que había oído del Salvador, no quiso que su confesión fuera destruida, y pensó que era imposible que el Hijo de Dios pudiera ser muerto, sino que lo tomó con afecto, o lo lleva aparte para que no parezca que reprende a su Maestro en presencia de sus condiscípulos, y comienza a reprenderlo con el sentimiento de quien lo ama, y ​​a contradecirlo, y decir: "Lejos sea de ti, Caballero;" o como es mejor en griego, es decir, sé propicio a ti mismo, Señor, esto no será para ti.

Orígenes: Como si Cristo mismo hubiera necesitado una propiciación. Su afecto Cristo lo permite, pero lo acusa de ignorancia; como sigue: "Se volvió y dijo a Pedro: Apártate de mí, Satanás, eres una ofensa para mí".

Hilario: El Señor, conociendo la sugerencia de la astucia del diablo, le dice a Pedro: "Vete detrás de mí"; es decir, que siga el ejemplo de su pasión; pero a aquel por quien esta expresión fue sugerida, Él se vuelve y dice: "Satanás, tú eres una ofensa para mí". Porque no podemos suponer que el nombre de Satanás, y el pecado de ser una ofensa, le serían imputados a Pedro después de aquellas tan grandes declaraciones de bienaventuranza y poder que le habían sido concedidas.

Jerónimo: Pero a mí este error del Apóstol, procedente del calor de su afecto, nunca me parecerá una sugerencia del diablo. Que el lector reflexivo considere que esa bienaventuranza del poder le fue prometida a Pedro en el tiempo venidero, no dada en el tiempo presente; si se le hubiera comunicado inmediatamente, el error de una confesión falsa nunca habría encontrado lugar en él.

Cris.: Pues ¿qué maravilla que esto le sucediera a Pedro, que nunca había recibido revelación acerca de estas cosas? Para que sepáis que la confesión que hizo acerca de Cristo no fue dicha por sí mismo, observad cómo en estas cosas que no le habían sido reveladas, está perdido. Estimando las cosas de Cristo por principios humanos y terrenales, juzgó mezquino e indigno de Él que padeciera. Por lo tanto, el Señor añadió: "Porque no pones el ojo en las cosas que son de Dios, sino en las que son de los hombres".

Jerome: Tanto como para decir; Es mi voluntad, y la voluntad del Padre, que yo muera por la salvación de los hombres; vosotros, considerando solamente vuestra propia voluntad, no queréis que el grano de trigo caiga en tierra, para que dé mucho fruto; por tanto, cuando hablas lo que es contrario a mi voluntad, debes ser llamado mi adversario. Pues Satanás se interpreta como 'adverso' o 'contrario'.

Orígenes: Sin embargo, las palabras con las que se reprende a Pedro ya las de Satanás no son, como suele pensarse, las mismas; a Pedro se le dice: "Aléjate de mí, Satanás"; esto es, sígueme, tú que eres contrario a mi voluntad; al Diablo se le dice: "Ve, Satanás", entendiendo no "detrás de mí", sino "hacia el fuego eterno".

Entonces dijo a Pedro: "Apártate de mí", como quien por ignorancia deja de andar en pos de Cristo. Y lo llamó Satanás, como uno que por ignorancia tuvo algo contra Dios. Pero bienaventurado es aquel a quien Cristo se vuelve, aunque se vuelva para reprenderlo. Pero, ¿por qué le dijo a Pedro: "Tú me eres tropiezo, cuando en el Salmo se dice: Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay tropiezo para ellos?" [ Salmo 119:165 ] Hay que responder, que no sólo no se ofende Jesús, sino que tampoco lo es ningún hombre que sea perfecto en el amor de Dios; y, sin embargo, el que hace o habla cualquier cosa de la naturaleza de una ofensa, puede ser una ofensa incluso para alguien que es incapaz de ofenderse.

O puede tener por ofensa a todo discípulo que peca, como dice Pablo: "¿Quién se ofende y yo no quemo?" [ 2 Corintios 11:29 ]

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