San Pablo, por referencia a otros dos pasajes familiares del AT, confirma su afirmación de que la justificación no puede ser por la Ley. Él ha probado con las Escrituras que ningún hombre puede ser justificado por una Ley que pronuncie una maldición sobre todos los que no rindan una perfecta obediencia a sus mandamientos. Él ahora de otra Escritura muestra que hay un camino, abierto por Dios mismo, en el cual los pecadores han encontrado, y pueden encontrar perdón y aceptación, sí, una justicia perfecta y la vida verdadera.

El profeta Habacuc declara: "El justo por la fe vivirá". Esto no puede aplicarse a los que buscan la vida en la Ley; porque su condición es: "Haz esto, y vivirás". Totalmente contraria y antagónica es la condición del Evangelio: -Cree y vivirás. No es una diferencia en la que insiste san Pablo. Es oposición entre la fe y las obras, la gracia y el mérito, el Evangelio y la Ley.

Cuando Dios justifica a un pecador por medio de la fe en el Señor Jesucristo, no queda lugar para el mérito humano. Si el mérito de Cristo, apropiado por la fe, no es suficiente para justificarnos, estamos perdidos. Si es suficiente, nuestra obediencia imperfecta, vacilante y manchada por el pecado no puede añadir nada a esa suficiencia.

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