Pablo, llamado por la voluntad de Dios a ser apóstol de Jesucristo, y Sóstenes, nuestro hermano, escriban esta carta a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los consagrados en Cristo Jesús, a los que han sido llamados a ser pueblo dedicado de Dios en compañía de los que en todo lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesús, Señor de ellos y nuestro. Gracia y paz a vosotros, de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

En los primeros diez versículos de la Primera Carta de Pablo a los Corintios, el nombre de Jesucristo aparece no menos de diez veces. Esta iba a ser una carta difícil porque iba a tratar con una situación difícil, y en tal situación el primer y repetido pensamiento de Pablo fue en Jesucristo. A veces en la Iglesia tratamos de afrontar una situación difícil por medio de un libro de leyes y con espíritu de justicia humana; a veces en nuestros propios asuntos tratamos de hacer frente a una situación difícil en nuestro propio poder mental y espiritual. Pablo no hizo ninguna de estas cosas; a su difícil situación llevó a Jesucristo, y fue a la luz de la Cruz de Cristo y del amor de Cristo que buscó afrontarla.

Esta introducción nos habla de dos cosas.

(i) Nos dice algo acerca de la Iglesia. Pablo habla de la Iglesia de Dios que está en Corinto. No fue la Iglesia de Corinto; era la Iglesia de Dios. Para Pablo, dondequiera que pudiera estar una congregación individual, era parte de la única Iglesia de Dios. No habría hablado de la Iglesia de Escocia o de la Iglesia de Inglaterra; no le hubiera dado a la Iglesia una designación local; menos aún habría identificado a la congregación por la comunión particular o secta a la que pertenecía. Para él la Iglesia era la Iglesia de Dios. Si pensáramos así en la Iglesia, bien podríamos recordar más la realidad que nos une y menos las diferencias locales que nos dividen.

(ii) Este pasaje nos dice algo acerca del cristiano individual. Pablo dice tres cosas acerca de él.

(a) Está consagrado en Jesucristo. El verbo consagrar (hagiazo, G37 ) significa apartar un lugar para Dios, santificarlo, mediante la ofrenda de un sacrificio sobre él. El cristiano ha sido consagrado a Dios por el sacrificio de Jesucristo. Ser cristiano es ser uno por quien Cristo murió y saberlo, y darse cuenta de que ese sacrificio de una manera muy especial nos hace pertenecer a Dios.

(b) Describe a los cristianos como aquellos que han sido llamados a ser el pueblo dedicado de Dios. Hemos traducido una sola palabra griega por esta frase completa. La palabra es hagios, que la versión King James traduce santos. Hoy en día eso no pinta la imagen correcta para nosotros. Hagios ( G40 ) describe una cosa o una persona que se ha dedicado a la posesión y al servicio de Dios.

Es la palabra por la cual se describe un templo o un sacrificio que ha sido señalado para Dios. Ahora bien, si una persona ha sido señalada como perteneciente especialmente a Dios, debe mostrarse apta en vida y en carácter para ese servicio. Así es como hagios viene a significar santo, santo.

Pero la idea raíz de la palabra es separación. Una persona que es hagios ( G40 ) es diferente de los demás porque ha sido separada del ordinario para pertenecer especialmente a Dios. Este era el adjetivo con el que los judíos se describían a sí mismos; eran los hagios ( G40 ) laos ( G2992 ), el pueblo santo, la nación que se diferenciaba bastante de los demás pueblos porque pertenecían a Dios de una manera especial y estaban apartados para su servicio.

Cuando Pablo llama al cristiano hagios ( G40 ) quiere decir que es diferente de los demás hombres porque pertenece especialmente a Dios y al servicio de Dios. Y esa diferencia no se debe marcar retirándose de la vida ordinaria, sino mostrando allí una cualidad que lo marque.

(e) Pablo dirige su carta a los que han sido llamados en la compañía de los que en todo lugar invocan el nombre del Señor. El cristiano es llamado a una comunidad cuyos límites incluyen toda la tierra y todo el cielo. Sería muy bueno para nosotros si a veces levantáramos la mirada más allá de nuestro pequeño círculo y nos consideráramos parte de la Iglesia de Dios que es tan amplia como el mundo.

(iii) Este pasaje nos dice algo acerca de Jesucristo. Pablo habla de nuestro Señor Jesucristo, y luego, por así decirlo, se corrige y agrega Señor de ellos y nuestro. Ningún hombre, ninguna Iglesia, tiene posesión exclusiva de Jesucristo. Él es nuestro Señor pero también es el Señor de todos los hombres. Es la asombrosa maravilla del cristianismo que todos los hombres posean todo el amor de Jesucristo, que "Dios nos ama a cada uno de nosotros como si sólo hubiera uno de nosotros a quien amar".

LA NECESIDAD DE LA ACCIÓN DE GRACIAS ( 1 Corintios 1:4-9 )

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