Cuando llegó la decimocuarta noche y estábamos navegando a la deriva por el Adriático, en medio de la noche los marineros sospecharon que se les acercaba alguna tierra. Hicieron un sondeo y hallaron veinte brazas. Como tenían miedo de ser arrojados a lugares escabrosos, echaron cuatro anclas por la popa y esperaron el día. Cuando los marineros trataban de escapar del barco y bajaban el bote al mar con el pretexto de echar anclas desde la proa, Pablo le dijo al centurión: "Si estos no se quedan en el barco, no puedes ser salvado.

Entonces los soldados cortaron las cuerdas del bote y lo dejaron caer. Cuando era casi de día, Paul instó a todos a que tomaran algo de comida. nada. Así que os ruego que comáis algo, porque esto es para vuestra salud, porque no se perderá ni un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros. Habiendo dicho esto y tomado el pan, dio gracias a Dios delante de todos, lo partió y comenzó a comer.

Todos estaban de buen corazón y comieron. Y los que estábamos en la barca éramos en total doscientas setenta y seis almas; y, cuando se saciaron de comida, aligeraron la nave echando el grano al mar.

En ese momento habían perdido todo el control del barco. Iba a la deriva, de costado, a través del Adriático; y no sabían dónde estaban. En la oscuridad oyeron el estrépito de las olas en alguna orilla lejana; echaban anclas de mar desde la popa para disminuir la velocidad de deriva del barco a fin de evitar que se arrojaran sobre las rocas que no podían ver. Fue entonces cuando Pablo tomó la acción de un comandante.

Los marineros pensaban zarpar en el bote, que habría sido del todo inútil para doscientas setenta y seis personas; pero Pablo frustró su plan. La tripulación del barco debe hundirse o nadar juntos. Luego viene un episodio de lo más humano y sugerente. Pablo insistió en que debían comer. Fue un hombre visionario de Dios; pero también era un hombre intensamente práctico. No tenía la menor duda de que Dios haría su parte pero también sabía que ellos debían hacer la suya.

Pablo no era una de esas personas que "tenían una mentalidad tan celestial que no servían para nada en la tierra". Sabía que los hombres hambrientos no son hombres eficientes; y así reunió a la tripulación de la nave a su alrededor y les hizo comer.

Mientras leemos la narración, en la tempestad parece surgir una extraña calma. El hombre de Dios de alguna manera ha hecho que otros estén seguros de que Dios está a cargo de las cosas. Las personas más útiles del mundo son aquellas que, siendo ellas mismas tranquilas, llevan a los demás el secreto de la confianza. Pablo era así; y todo seguidor de Jesús debe ser firme cuando otros están en crisis.

ESCAPAR DE LO PROFUNDO ( Hechos 27:39-44 )

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