3 Lo que hemos visto. Ahora repite por tercera vez las palabras, vistas y escuchadas, de que nada puede faltar en cuanto a la certeza real de su doctrina. Y debe notarse cuidadosamente, que los heraldos del Evangelio elegidos por Cristo fueron aquellos que fueron testigos aptos y fieles de todas esas cosas que debían declarar. También testifica del sentimiento de su corazón, porque dice que no le conmovió ninguna otra razón para escribir, excepto invitar a aquellos a quienes estaba escribiendo a la participación de un bien inestimable. Por lo tanto, parece cuánto se preocupaba por su salvación; que sirvió no poco para inducirlos a creer; debemos ser extremadamente desagradecidos si nos negamos a escuchar a aquel que desea comunicarnos una parte de esa felicidad que ha obtenido.

Él también expone el fruto recibido del Evangelio, aun cuando estemos unidos a Dios y a su Hijo Cristo, en quien se encuentra el bien principal. Era necesario para él agregar esta segunda cláusula, no solo para poder representar la doctrina del Evangelio como preciosa y hermosa, sino también para demostrar que deseaba que fueran sus asociados para ningún otro fin sino para guiarlos a Dios, para que todos sean uno en él. Porque los impíos también tienen una unión mutua entre ellos, pero es sin Dios, es más, para alienarse cada vez más de Dios, que es el extremo de todos los males. Es, de hecho, como se ha dicho, nuestra única felicidad verdadera, ser recibidos en el favor de Dios, para que podamos estar realmente unidos a él en Cristo; de los cuales John habla en Juan 17:20.

En resumen, Juan declara que, como los apóstoles fueron adoptados por Cristo como hermanos, que al reunirse en un solo cuerpo, podrían estar unidos a Dios, por lo que él hace lo mismo con otros colegas; aunque muchos, todavía son participantes de esta santa y bendita unión.

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