5. Y murió. Esta cláusula, que registra la muerte de cada patriarca, no es en absoluto superflua. Porque nos advierte que la muerte no fue en vano denunciada contra los hombres; y que ahora estamos expuestos a la maldición a la que el hombre estaba condenado, a menos que obtengamos liberación en otro lugar. Mientras tanto, debemos reflexionar sobre nuestra lamentable condición; a saber, que la imagen de Dios siendo destruido o, al menos, borrado en nosotros, apenas conservamos la tenue sombra de una vida, de la cual nos apresuramos a morir. Y es útil, en una imagen de tantas edades, contemplar, de un vistazo, el curso continuo y el tenor de la venganza divina; porque de lo contrario, imaginamos que Dios es de alguna manera olvidadizo; y a nada somos más propensos que soñar con la inmortalidad en la tierra, a menos que la muerte se presente con frecuencia ante nuestros ojos.

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