Como acabo de decir, Dios aquí realza el pecado de la gente en una doble comparación; porque cuando uno puede sacar agua en su propio campo y encontrar allí un manantial, ¿qué locura será para él correr a una distancia para buscar agua? Y luego, cuando el agua no brota cerca, sino que fluye desde la distancia en una corriente pura y fría, ¿quién no estará satisfecho con esa agua? y si busca encontrar la primavera, ¿no se reirán todos de esa locura? Ahora Dios era como una fuente viva, y en Jerusalén era el manantial donde los judíos podían beber al máximo; y las bendiciones de Dios fluyeron también a ellos, como a través de varios canales, de modo que nada les faltaba. Entonces vemos que aquí se condena una doble locura en la gente, que desprecian la bondad de Dios que estaba cerca, como si alguien cercano al Monte Libanus rechazara sus aguas frías, o como si uno no extrajera agua de un río sin ir a la cabeza de resorte. Desde entonces, Dios se ofreció a ellos en todos los sentidos, y les presentó su generosidad, fue una locura extremadamente baja e inexcusable rechazar las aguas que fluían y la fuente misma.

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