20. Porque para la vanidad tiene la creación, etc. Muestra el objeto de expectativa de lo que es de un carácter opuesto; ya que las criaturas, ahora sujetas a corrupción, no pueden ser restauradas hasta que los hijos de Dios sean completamente restaurados; por lo tanto, anhelando su renovación, esperan la manifestación del reino celestial. Él dice que han sido sometidos a vanidad, y por esta razón, porque no permanecen en un estado constante y duradero, sino que, por ser evanescentes e inestables, fallecen rápidamente; sin duda pone la vanidad en oposición a un estado perfecto.

No voluntariamente, etc. Dado que no hay ninguna razón en tales criaturas, su voluntad debe tomarse sin duda por su inclinación natural, según la cual toda la naturaleza de las cosas tiende a su propia preservación y perfección: lo que sea que sea detenido bajo corrupción sufre violencia, siendo la naturaleza reacia y repugnante. Pero él presenta todas las partes del mundo, mediante una especie de personificación, como dotado de razón; y lo hace para avergonzar nuestra estupidez, cuando la fluctuación incierta de este mundo, que vemos, no eleva nuestras mentes a las cosas superiores.

Pero a causa de él, etc. Él nos presenta un ejemplo de obediencia en todas las cosas creadas y agrega que nace de la esperanza; porque de aquí viene la rapidez del sol y la luna, y de todas las estrellas en su curso constante, de ahí la sedulidad de la obediencia de la tierra en producir frutos, de ahí el movimiento incansable del aire, de ahí la pronta tendencia a fluir en agua. Dios ha dado a todo su cargo; y no solo por un orden distinto ordenó lo que debía hacer, sino que también implantó internamente la esperanza de renovación. Porque en el triste desorden que siguió a la caída de Adán, toda la maquinaria del mundo se habría trastornado instantáneamente, y todas sus partes habrían fallado si no hubiera una fuerza oculta que las apoyara. Hubiera sido entonces totalmente inconsistente que el fervor del Espíritu fuera menos eficaz en los hijos de Dios que el instinto oculto en las partes sin vida de la creación. La cantidad de cosas creadas entonces naturalmente se inclina de otra manera; sin embargo, como a Dios le ha agradado llevarlos bajo vanidad, obedecen su orden; y como él les ha dado la esperanza de una mejor condición, con esto se sostienen, aplazando su deseo, hasta que se les revele la incorrupción prometida. Ahora, mediante una especie de personificación, les atribuye esperanza, como lo hizo antes.

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