Sal. 84:3. "Sí, el gorrión ha encontrado una casa, y la golondrina un nido para sí, donde podrá poner sus polluelos, incluso vuestros altares". Incluso el improperio, que no está en el original, hiere el sentido. "Tus altares, oh Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío", parece ser una frase distinta de la anterior, y llega como una exclamación ardiente, expresando el anhelo del alma de David por los altares de Dios, como más bien debe ser agregado al versículo anterior, donde el salmista había dicho: "Mi alma anhela, sí, y aun desfallece por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman por el Dios vivo"; y luego sus pensamientos de los pájaros que tenían un nido, y así vivían se distinguían de él, un pobre exiliado, que fue expulsado de casa y hogar, y no tenía dónde recostar su cabeza, y fue desterrado de la casa de Dios, que es lo peor de su destierro: esto entra, por así decirlo, entre paréntesis, y luego sigue la exclamación: "¡Tus altares, oh Señor de los ejércitos, mi Rey y mi Dios!" Tal interpretación es extremadamente agradable con el contexto y el marco en el que se encontraba el salmista.

Sal. 84:9

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