El Agua (la Vida consagrada del Señor) y la Sangre (Su Muerte sacrificial) son testimonios de la Encarnación, pero son insuficientes. Se necesita un tercer testimonio, el del Espíritu, para revelarnos su significado y traerlo a nuestros corazones. Sin Su iluminación, la maravilla y la gloria de esa asombrosa manifestación estarán ocultas para nosotros. Será tan ininteligible para nosotros como "las matemáticas para un patán escita y la música para un camello".

τρεῖς οἱ μαρτυροῦντες, masculino aunque Πνεῦμα, ὕδωρ y αἷμα son todos neutros, porque concordando κατὰ σύνεσιν con τὸ Πνεσιν con τὸ Πνεῦ en el testimonio voluntario de la personalidad, más el testimonio voluntario de la personalidad, más el τὸ Πνεῦμα. εἰς τὸ ἕν, “para un único fin”, es decir , para llevarnos a la fe en la Encarnación (ὅτι Ἰησοῦς ἐστιν ὁ Υἱὸς τοῦ θεοῦ).

Este fue el fin por el cual San Juan escribió su Evangelio ( Juan 20:31 ). No hay referencia en el Agua y la Sangre ni a la efusión de sangre y agua del costado abierto del Señor ( Juan 19:34 ) ni a los dos Sacramentos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Antiguo Testamento