Tercera Sección: 17:1-26. El orador.

El grito de victoria con el que Jesús cerró sus conversaciones con los discípulos fue una anticipación de la fe. Para transformar en realidad presente la victoria anunciada, no hacía falta nada menos que la acción de la omnipotencia de Dios. Es a Él a quien Jesús se vuelve.

Esta oración ordinariamente se divide en tres partes: 1. La oración por Su propia persona, Juan 17:1-5 ; Juan 2 . La oración por sus apóstoles, Juan 17:6-19 ; Juan, 3.

La oración por la Iglesia, Juan 17:20-26 . Y este es de hecho el curso de la oración. Pero el pensamiento es uno: cuando Jesús ora por sí mismo, no es su propia persona lo que tiene en mente, es la obra de Dios (ver com Juan 17:1-2 ); cuando ora por sus apóstoles, los encomienda a Dios como agentes y continuadores de esta obra; y cuando extiende su mirada a todos los creyentes presentes o futuros, es como a los objetos de esta obra, en otros términos porque estas almas son el teatro donde ha de resplandecer la gloria de su Padre; porque su obra y la gloria del Padre son para Él una y la misma cosa.

El marco de la oración es, pues, el que indica la división generalmente adoptada, pero el único pensamiento es el de la obra de Cristo, o la gloria del Padre. Esta oración es así toda una inspiración del corazón filial de Jesús.

Esta oración es más que una simple meditación. Jesús había actuado (cap. 13) y hablado (cap. 14-16); ahora usa la forma del lenguaje que es, al mismo tiempo, palabra y acto: ora. Pero no sólo ora, ora en voz alta; y esto prueba que, hablando a Dios, habla también por los que le rodean; no para mostrarles cómo ora, sino para asociarlos a la íntima comunión que mantiene con su Padre, e inducirlos a orar con él.

Es una realización anticipada de esa comunión en gloria que Él les pide en Juan 17:24 : “ Para que vean la gloria que me has dado; para que donde yo estoy, ellos también estén conmigo. Los eleva a la esfera divina donde Él mismo vive.

Esta oración ha sido llamada sacerdotal. Este es, en efecto, el acto del Sumo Sacerdote de la humanidad, que comienza su sacrificio ofreciéndose a sí mismo a Dios con todo su pueblo presente y futuro.

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