6 Es un hecho notable que la palabra testificar se usa con respecto al bautismo del Señor en agua (Juan_1:34), y con respecto a Su crucifixión (Juan_19:35), y aquí nuevamente del espíritu (6). Esto es confirmado por la declaración del séptimo versículo. Tres dan testimonio, el espíritu, el agua y la sangre. Primero fue Su bautismo en agua acompañado por el testimonio de Juan el Bautista, así como la paloma que descendía y la voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo, el Amado en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17).

En Su crucifixión, uno de los soldados le corta el costado con la punta de una lanza, e inmediatamente salió sangre y agua (Juan_19:34). Después de Su glorificación, el espíritu que derramó testificó de Su exaltación. Para que tengamos testimonio de Su unción, de Su muerte y de Su exaltación. Estos tres se unen para probar que Jesús es el Hijo de Dios. Este triple testimonio acerca del Hijo de Dios es más fuerte que cualquier mera evidencia humana.

Fue dado al comienzo mismo de Su ministerio, y nuevamente al final. Nada entre estos dos puntos contradice este testimonio, pero mucho de lo que hizo y dijo lo confirmó. Solo el Hijo de Dios podía tratar con los demonios y expulsarlos. Sólo él podía comandar los elementos. La tierra temblorosa en Su crucifixión convenció al centurión, quien exclamó "¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!" (Mateo_27:54).

11 Juan, el discípulo amado, ha muerto. Entonces, ¿cómo pudo insistir con tanta fuerza en que tenía vida "eterna", y que todos los que no creen esto han hecho de Dios un mentiroso? Es evidente que no tenía lo que nosotros entenderíamos por vida "eterna" o aún estaría viviendo. La traducción "eonian" evita esta dificultad. Esta vida no comienza hasta la resurrección y dura hasta que la muerte ya no está en acción, en la consumación al final de los tiempos eónicos. Será, en efecto, sin fin, pero sería una tontería predicar la vida cuando no hay muerte.

13 Así como en su evangelio (Juan_20:31) así aquí Juan declara su propósito por escrito. La epístola tiene como objetivo confirmar la fe de los creyentes, profundizar en sus corazones un conocimiento de seguridad y establecer esa paz y confianza en Dios que es esencial para el servicio desinteresado. Tal seguridad pertenece por derecho a todos "los que creen en el nombre del Hijo de Dios". El conocimiento del don de Dios se traduce en confianza hacia Dios, que le pide grandes cosas, liberando así su poder y convirtiéndose en agente de sus propósitos.

16 El pecado de muerte es probablemente el mismo que el del sexto y décimo de Hebreos: la apostasía de la fe de Cristo, o, en vista de los tiempos para los que esto está escrito, la recepción del emblema de la bestia salvaje (Ap_14 :10). Que este es el contexto en el que debe interpretarse este pasaje se sugiere además por la frase en el versículo diecinueve, "el mundo entero yace en el maligno".

Esto será especialmente cierto en el tiempo del fin. Además, tenemos la sorprendente conclusión de la epístola, que difícilmente puede entenderse bajo otra luz: "Hijitos, guardaos de los ídolos". ¿Qué ídolos? ¿No es así? ¿Parece claro que el apóstol, con ojo profético, está anticipando aquella imagen maravillosa, a la que todos se verán obligados a adorar bajo pena de muerte? (Ap_31,15).

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Antiguo Testamento