Este es él: San Juan muestra aquí el fundamento inamovible de esa fe en que Jesús es el Hijo de Dios; no sólo el testimonio del hombre, sino el testimonio firme e indudable de Dios. Quién vino: Jesús es aquel de quien se prometió que vendría; y quien en consecuencia, ha venido. Y esto testifican el Espíritu, el agua y la sangre. Incluso Jesús, quien, viniendo en agua y sangre, por esto mismo se demuestra que es el Cristo.

No solo por el agua, en la que fue bautizado. Pero por el agua y la sangre, que derramó cuando terminó la obra que su Padre le había encomendado. No sólo se comprometió en su bautismo a "cumplir toda justicia", sino que en la cruz cumplió lo que había emprendido; en muestra de lo cual, cuando todo hubo terminado, sangre y agua salieron de su costado. Y es el Espíritu quien también da testimonio de Jesucristo, es decir, por Moisés y todos los profetas, por Juan el Bautista, por todos los apóstoles y en todos los escritos del Nuevo Testamento. Y contra su testimonio no puede haber excepción, porque el Espíritu es la verdad, el mismo Dios de la verdad.

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