La conducta de los santos

1 La comunión entre los santos de Dios no debe basarse en el conocimiento o la ignorancia. Dios nos recibe aun cuando somos débiles en la fe. No debemos eliminar de nuestra comunión a alguien que no sigue todas nuestras deducciones de las Escrituras. Tampoco debemos tomar a la ligera sus escrúpulos. Ningún alimento está prohibido ahora. Sin embargo, la indudable sabiduría de las normas alimentarias bajo la ley bien puede ayudarnos a determinar qué es lo mejor, sin coartar nuestra libertad de comer de todo con buena conciencia. No podemos dictarnos unos a otros en estas cosas. Deben ser resueltos por la conciencia individual ante Dios.

5 La observancia de los días también es un asunto de preferencia individual. Es abundantemente evidente que ningún día está por encima de otro, en lo que se refiere a las Escrituras. El séptimo día, el sábado, nunca fue dado a las naciones. Observarlo es ponernos bajo la maldición de la ley. El primer día de la semana, llamado domingo, nunca se menciona en las Escrituras, correctamente traducido. La frase siempre debe traducirse "uno de los sábados".

Para obtener "el primer día de la semana" es necesario cambiar uno por el primero, insertar la palabra día y cambiar el plural sábados por el singular semana. Es un intento desesperado de encontrar alguna excusa bíblica para el observancia prevaleciente del domingo. No hay nada de malo en apartar un día para el Señor. La costumbre ha hecho del domingo el más conveniente para este propósito. Pero no estropeemos la palabra de Dios para mantener la práctica.

Tampoco debemos pasar por alto los escrúpulos religiosos de aquellos que ven el domingo como un día sancionado por Dios para el culto divino. No tienen base para su creencia, sin embargo, su conciencia exige consideración.

10 No es nuestro juzgar estas cosas. No es el lugar de la iglesia fijar días y condenar a aquellos que no los observan. Sólo se condena la observancia de los días como una cuestión de cumplimiento de la ley. Aunque puede que no haya nada de malo en trabajar el domingo, está mal guardarlo como un medio de salvación. Lo mismo ocurre con el séptimo día, o sábado.

14 Las distinciones instituidas por la ley entre las cosas que deben considerarse limpias e inmundas no tienen cabida en la economía de la gracia. Dios no duda en asociarse con nosotros, pecadores de las naciones. Un judío estricto no podía comer nuestra comida sin contaminarse. Sin embargo, ante Dios, ¡somos santos y el judío es impuro! Por lo tanto, ningún alimento es ceremonialmente inmundo. Es sólo una conciencia no instruida la que considera las cosas comunes.

15 No se debe permitir que la libertad de comer cualquier cosa infrinja los prejuicios de los demás. Los que tienen conciencia de participar de ciertos alimentos se ofenden fácilmente. No debemos defender nuestros derechos, sino más bien tratar de restringir nuestra libertad para ajustarnos a los escrúpulos religiosos de nuestros hermanos en la fe.

17 Esta no es una definición del reino de Dios, sino una declaración de su relación con este tema. Todavía no se conocía la verdad distintiva de la economía actual, y los santos están incluidos en el reino de Dios en su aspecto más amplio como denotando la esfera del gobierno de Dios.

19 Estas son pruebas seguras para aplicar a todas nuestras relaciones con nuestros hermanos santos. ¿Provocará conflictos? Si es así, evitémoslo. ¿edificará? Si no, abandonémoslo. Se debe presionar por la paz y la edificación de los demás, más que por nuestros propios privilegios. Las cosas que podemos hacer con buena conciencia delante de Dios, pueden ofender gravemente si se hacen delante de algunos de sus santos.

1 El conocimiento envanece. Hay una tendencia orgullosa a hacer ostentación de nuestra libertad en Cristo. Pero la gracia considera a los débiles más que a los fuertes. Si ha de haber paz y unidad, debe provenir de la condescendencia de aquellos que pueden hacerlo. A los débiles en la fe no se les pide que consideren a los fuertes. Cristo es el ejemplo más brillante en esto como en todo lo demás. ¡Qué maravillosa condescendencia mostró en Su trato con Sus discípulos, cuya debilidad y falta de fe era una fuente constante de angustia para Él! Si Él pudo salvar el gran abismo entre Él y Sus discípulos, seguramente podemos soportar a aquellos cuyas enfermedades todos compartimos.

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