Conciliación-Individual

11 Los cuerpos mortales son aquellos que están muriendo, en un sentido físico. Su vivificación no puede referirse a la resurrección futura, sino al poder presente del Espíritu de Dios para usar un instrumento hostil y totalmente insensible, como nuestros cuerpos, y obligar a sus miembros a cumplir las órdenes de nuestros espíritus.

12 Nada le debemos a la carne, y nada nos promete sino la muerte. Pero le debemos al espíritu hacer morir las prácticas del cuerpo y así disfrutar la vida que el espíritu hace nuestra en Cristo Jesús.

14 Ser hijo de Dios implica más que pertenecerle. Así como el Hijo de Dios lo manifiesta, somos hijos solo en la medida en que mostramos su carácter en nuestras palabras y caminos.

15 La ley condujo a la esclavitud, no a la filiación. El miedo no es para nosotros. La justificación y la reconciliación nos llevan sin miedo a la presencia del Padre. Así como el pequeño niño hebreo cecearía su "Abba" en el familiar lenguaje doméstico arameo, o, como nuestros hijos dicen confiadamente, "Papá", así nosotros estamos sin restricciones en la augusta presencia de la Divina Majestad.

16 El Espíritu de Dios dice que somos sus hijos. Nuestros espíritus lo reclaman como nuestro Padre. Si este es el caso, entonces, así como nuestros hijos disfrutan de todo lo que es nuestro, así todo lo que es de Dios es para nosotros. De hecho, también las grandes glorias reservadas para Cristo son nuestras si también nosotros recorremos el camino del sufrimiento que lo llevó a ellas.

16 La creación ha estado involucrada en la rueda de la corrupción a través del pecado del hombre. Estamos asociados con la creación en el lado físico. Cuando nuestros cuerpos sean librados de su presente esclavitud y muerte al descender del cielo nuestro Señor, Él los transfigurará para conformarlos a Su cuerpo glorioso (Filipenses 3:21). Más tarde, cuando seamos descubiertos, la creación será liberada de la esclavitud que ahora la esclaviza.

¡Cuánto debería consolarnos saber que las criaturas pacientes y sufrientes, que no tuvieron nada que ver con su propia degradación, encontrarán una verdadera liberación del dolor y la tristeza de los que ahora no tienen escapatoria! Su aspecto físico espera hasta el regreso de nuestro Señor.

26 Aquí está la verdadera "forma" para la oración aceptable en esta economía. No es persistencia definida, como la viuda importuna. Es la debilidad y la ignorancia reconocidas echándose sobre Dios, urgidas por Su Espíritu, conociendo sólo la necesidad y Aquel que puede satisfacerla a Su manera.

28 Aunque no sabemos qué pedir, esto no es necesario en absoluto, porque sabemos que Dios está haciendo que todo coopere para nuestro bienestar. No importa cómo aparezcan las cosas, no pueden hacernos mal a los que amamos a Dios, porque Él nos amó primero y nos ha incluido en Su vasto propósito, del cual formamos parte vital.

29 Nuestro destino fue fijado por Dios desde el principio, mucho antes de que pudiéramos tener parte en él. Es más alto que nuestros sueños más elevados, porque es nada menos que la conformidad a la imagen de Su Hijo. Y, mejor aún, nuestra exaltación es el medio para ponerlo en el lugar supremo. No puede ser primogénito sin hermanos. ¡Así somos esenciales para Su gloria!

LA SOBERANÍA DE DIOS

INDIVIDUAL

30 Aquí tenemos la cadena de oro de la soberanía de Dios forjada para nuestra bendición. Sus cuatro eslabones no se pueden separar. Él nos ha designado y nos ha llamado y nos ha justificado. Se forjan tres vínculos. ¡El siguiente es la gloria!

31 Nada puede compararse con la conciencia sublime de un lugar en el corazón de Dios. Si Él es por nosotros, incluso aquellos que estarían en contra nuestra obran nuestro bien. Nadie puede estar contra nosotros.

32 Dios ha dado Su mejor regalo cuando no perdonó a Su Hijo. Nada más puede compararse con Él. Él no negará nada bueno a aquellos que han recibido a Su Amado.

33 ¡Podemos desafiar al universo a encontrar una sola cosa contra nosotros! Lo que sea que podamos en nosotros mismos, en Cristo Dios nos ha justificado. ¡Y no sólo eso, sino que todo el juicio ha sido encomendado al Hijo, el mismo Cristo que murió por nosotros y vive para interceder por nosotros a la diestra de Dios! ¡Dios, el Juez de todos, el único que puede absolver, se ha convertido en nuestro Vindicador! ¡Cristo, el único que tiene derecho a condenar, es nuestro Salvador!

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