El escritor comienza de inmediato, y de manera un tanto abrupta y nerviosa, con el gran tema del avance en la vida espiritual. Él considera que esto es esencial. Da por sentado que sólo puede hacerse bueno desde el punto de vista de la fe. Exhibe en detalle el proceso de tal avance, y lo insta por consideraciones extraídas tanto de la ventaja que trae consigo como del peligro y la pérdida involucrada en su descuido.

Podemos entender mejor por qué insistía con tanta fuerza en la necesidad de un aumento constante en el logro de la gracia, y eso especialmente en relación con el conocimiento de Dios, si tenemos razón al suponer que tenía en mente una especie espuria de conocimiento, o gnosis, que se convirtió en el siglo siguiente en la herejía de los llamados gnósticos o 'saberes'. Porque ese grupo pretendía alcanzar una altura religiosa desde la cual contemplaban con orgullosa piedad la vida ordinaria de fe y los requisitos ordinarios de un crecimiento en la gracia.

Peter usa palabras tan elevadas como el lenguaje más elevado de ese partido. Habla del destino del cristiano como nada menos que la participación en la naturaleza divina. Describe en los términos más enérgicos la grandeza y la riqueza de los dones conferidos por Cristo. Pero él hace tanto de la magnitud como de la intención de estas generosas dotaciones la base de su exhortación a apuntar al avance espiritual, y la razón por la cual los creyentes deben practicar toda diligencia. Aunque el estilo parece complicado y la gramática irregular, el párrafo se distingue por la rica elevación de su estilo, su marcha digna y el progreso ordenado de su argumento.

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