Hechos 19:37 . Ni ladrones de iglesias. Esta interpretación puede inducir a error al lector moderno. En la época en que se hizo la versión en inglés, no era inusual llamar a un templo pagano una 'iglesia' o una 'capilla'.

Ni tampoco blasfemos de vuestra diosa. Los hechos de violencia pertenecían a una época muy posterior a la de los apóstoles. Para socavar las religiones paganas, adoptaron otros medios además del saqueo o la destrucción. El discurso de San Pablo a los atenienses en la colina de Ares (Marte) fue un ejemplo de su tratamiento de la antigua superstición. No hirió prejuicios antiguos, ni costumbres consagradas por el tiempo, con groseras invectivas.

No fue un blasfemo de los antiguos dioses de Grecia y Roma, sino que condujo a los hombres al conocimiento de la verdad por medios suaves pero mucho más efectivos. Podemos imaginar la dolorosa sorpresa con la que San Pablo leería el lenguaje grosero y la elocuencia amarga y airada de alguien como Tertuliano. San Pablo y sus seguidores inmediatos sin duda debieron no poco de su maravillosa influencia sobre los corazones de los hombres a su encantadora y graciosa cortesía, a su caballeresca consideración por los sentimientos de los demás.

El Maestro de Pablo, en quien el gran discípulo modeló sus formas de vida, siempre fue amable con los que ignoraban por completo la verdad. Su ira ardiente estaba especialmente reservada para aquellos que conocían la voluntad de su Señor y solo pretendían hacerla.

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