Hechos 24:26 . Esperaba también que Pablo le hubiera dado dinero para que pudiera soltarlo; por tanto, envió a buscarlo más a menudo, y se comunicó con él . La codicia y rapacidad de tantos de estos grandes lugartenientes del César en lejanas provincias del Imperio, queda bien ejemplificada en este episodio del gobierno del Procurador Félix.

Estos hombres consideraban los grandes fideicomisos encomendados a su cargo como simples minas de riqueza para que las explotaran lo mejor que pudieran en beneficio propio. De sus manos podía comprarse cualquier cosa, incluso la inmunidad de las penas del delito. ¡Qué cuadro del gobierno provincial en los días de los primeros Césares! El historiador sagrado de ninguna manera nos pintó aquí el cuadro más oscuro que poseemos de estos gobernantes venales; por ejemplo, Josefo nos habla de un tal Albino, sucesor de Félix en Judea, quien, al salir de la provincia, liberó a todos los prisioneros que le dieron dinero; por lo cual, como señala curiosamente el historiador, las prisiones ciertamente se vaciaron, pero el país se llenó de ladrones (ver también Tácito y Suetonio, quienes nos dan relatos similares de estos gobernantes corruptos y egoístas).

Tan común era el hecho de recibir sobornos de un prisionero o de sus amigos entre los altos funcionarios del Imperio, que se redactó una ley especial que prohibía expresamente a un juez recibir pago de cualquier forma por el arresto, la absolución o la condena. de cualquier individuo ('Lex Julia de repetundis'). No hay duda de que, en el caso del apóstol, el gobernador romano había oído con interés que el objeto especial del viaje de Pablo a Jerusalén en esta ocasión era la distribución entre los judíos pobres de las sumas de dinero recogidas en Macedonia y Acaya.

Esto llevó al procurador rapaz a sospechar que el prisionero, si no un hombre rico, tenía el mando sobre cantidades considerables. También era muy consciente del amor devoto que existía entre los miembros de esta nueva y extraña secta, y había oído que Paul era uno de sus líderes más distinguidos; estas circunstancias le dieron buenos motivos para esperar que al final se ofreciera un soborno sustancial por la vida y la libertad del acusado.

En épocas posteriores, este ofrecimiento de dinero a modo de soborno a los funcionarios romanos, para obtener la libertad de vivir como cristiano, o en caso de arresto y encarcelamiento para obtener una absolución, no era algo infrecuente. Un siglo y medio después, Tertuliano en el norte de África, al deplorar esta costumbre, recuerda a sus lectores cómo se comportaba Pablo cuando estaba en peligro y en la cárcel, cuando un regalo de dinero a su juez injusto lo habría salvado ( De Fuga in Persecutione; ver también las observaciones de Cipriano de Cartago en su Epístola (siglo III) denunciando a los 'Libellatici', aquellos que compraron el permiso para ser cristianos).

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