Nuestro propio juicio o el de los hombres no es una prueba segura o segura de nuestra fidelidad. Puede que no veamos ninguna violación del deber y, sin embargo, Aquel que es omnisciente puede ver muchas. Por eso tenemos necesidad de orar, cada uno por sí mismo: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; y ved si hay en mí camino de perversidad; y guíame por el camino eterno.

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