El apóstol procede a recordar a los creyentes en Éfeso algunas de las muchas consideraciones muy poderosas que tuvieron fuerza suficiente, si se las atendía y se tomaban en serio, para inducirlos a cultivar y preservar la unidad a la que él los exhorta. Hay un cuerpo, un cuerpo místico de Cristo, del cual él es la cabeza viviente, y todos ustedes son miembros; y como tales deben simpatizar, cuidarse y ayudarse unos a otros, como lo hacen los miembros del cuerpo humano. Y en este cuerpo hay un Espíritu Divino que lo anima, lo acciona y lo llena, y bajo su influencia debe ser su preocupación constante actuar; así como sois llamados con una sola esperanza de vuestro llamamientoA la expectativa de un mismo cielo común, una y la misma morada gloriosa en el mundo eterno. Un Señor y Maestro, del cual todos ustedes son siervos; un Redentor y Salvador, que asumió nuestra frágil naturaleza, vivió y murió por nosotros para unirnos en lazos de amor mutuo, ferviente y eterno; una sola fe en ese único Señor, y en las verdades de una misma revelación divina, todas las cuales están diseñadas y calculadas para unir a los discípulos en los agradables lazos del amor y la unidad; un bautismo exterior O sello del pacto de gracia, y emblema del lavamiento de la regeneración.

Un Dios y Padre de todo Cuyo pueblo real, cuyos verdaderos adoradores, cuyos amados hijos, cuyos templos vivientes sois; quien está por encima de todos ustedes gobernándolos como sus súbditos y presidiéndolos como sus hijos; a través de todos ustedes Por su palabra iluminadora y directriz; y en todos vosotros por su Espíritu vivificante, santificador y consolador. Tales son las razones y motivos que obligan a los verdaderos discípulos de Cristo al amor y la unidad unos con otros; razones y motivos muy poderosos sin duda para unirlos en paz y armonía, y tales como manifiesta discordia, contención, contienda y división, son indeciblemente irrazonables.

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