Entonces Jesús dijo a sus discípulos En Marcos leemos: Cuando llamó a la gente, y también a sus discípulos, les dijo; y en Lucas, les dijo a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí Ει τις θελει, si alguno quiere , nadie es obligado; pero si alguno quiere ser cristiano, debe ser en los siguientes términos. Que se niegue a sí mismo Una regla que nunca se puede observar demasiado: que niegue en todo su propia voluntad, por agradable que sea, y haga la voluntad de Dios, por dolorosa que sea. Y tome su cruz Del origen y significado de esta frase, ver nota sobre Mateo 10:38. Y podemos aprender aquí además, que después de haber pasado por muchas aflicciones y pruebas, los discípulos de Cristo aún pueden esperar más, que, cuando se les impongan, deben esforzarse, por la gracia de Dios, para sostener con igual paciencia, siguiendo su Maestro tras las huellas de sus sufrimientos.

Ésta, de hecho, es una lección muy dura y difícil, pero al mismo tiempo es absolutamente necesaria. Porque si nos impacientamos bajo los sufrimientos y nos esforzamos por evitar las cruces que Dios se complace en poner sobre nosotros, desagradaremos a Dios, contristaremos su Espíritu y nos llevaremos a la culpa y la condenación. ¿Y no deberíamos considerar todas las cruces, todo lo que es doloroso para la carne y la sangre, como lo que realmente son, como oportunidades de abrazar la voluntad de Dios, a expensas de la nuestra? y, en consecuencia, ¿cuántos pasos por los cuales podemos avanzar en santidad? Deberíamos hacer un rápido progreso en la vida espiritual, si fuéramos fieles en esta práctica. Las cruces son tan frecuentes, que quien las aproveche pronto será un gran ganador. Las grandes cruces son ocasiones de gran mejora: y los pequeños que vienen a diario, e incluso cada hora, compensan en número lo que quieren en peso. Podemos, en estas cruces diarias y horarias, hacer oblaciones efectivas de nuestra voluntad a Dios: oblaciones que, repetidas con tanta frecuencia, pronto ascenderán a una gran suma.

Recordemos, entonces, (lo que nunca se puede inculcar suficientemente) que Dios es el autor de todos los eventos: que ninguno es tan pequeño o insignificante como para escapar a su atención y dirección. Cada acontecimiento, por tanto, nos declara la voluntad de Dios, a la cual, así declarada, debemos someternos de todo corazón. Deberíamos renunciar a lo nuestro para abrazarlo. Debemos aprobar y elegir lo que su elección amerite mejor para nosotros. En esto debemos ejercitarnos continuamente; esta debería ser nuestra práctica durante todo el día. Debemos aceptar con humildad las pequeñas cruces que se nos dispensan, como las que mejor se adaptan a nuestra debilidad. Soportamos estas pequeñas cosas, al menos, por el amor de Dios, y prefieramos su voluntad a la nuestra en asuntos de tan poca importancia. Y su bondad aceptará estas mezquinas oblaciones; porque no desprecia el día de las pequeñeces.

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