Él está orgulloso. - San Pablo, con justa ira, arde contra estos hombres perversos, quienes, usando el nombre de Cristo, sustituyen sus visiones miopes de la vida por la Suya, arrojan dudas y descréditos sobre la enseñanza de Sus apóstoles y siervos escogidos, agitan levantan la discordia, excitan el espíritu del partido, impidiendo, a menudo sin esperanza, la marcha progresiva del cristianismo. La verdadera enseñanza cristiana es sana, práctica, susceptible de ser llevada a cabo por todas las órdenes del estado, por todas las edades o sexos, por vínculo y gratis.

Las falsas máximas cristianas de estos hombres tratan de cuestiones sutiles, inútiles y poco prácticas, que no tienen ninguna influencia en la vida ordinaria, y sólo tienden a provocar conflictos e indagaciones inútiles, ya hacer que los hombres se sientan descontentos y rebeldes. A estos hombres infelices primero los caracteriza como "orgullosos": literalmente, cegados por el orgullo.

Sin saber nada. - Mejor renderizado, pero sin saber nada; sin tener una concepción real del oficio y la obra de Cristo en el mundo.

Pero adorando las preguntas. - Aunque es tan ignorante de los puntos más elevados y prácticos de la teología cristiana, el falso maestro está "loco" por cuestiones curiosas y discutibles, como la naturaleza de la siempre bendita Trinidad; Los propósitos de Dios con respecto a aquellos hombres que no conocen, ni siquiera han oído hablar del Redentor; y cosas por el estilo —problemas que nunca podremos resolver mientras estemos en la tierra—, cuestiones cuyo debate inútil ha desgarrado iglesias enteras e individualmente ha roto viejas amistades y sembrado las semillas de un odio amargo e irreconciliable.

Y contiendas de palabras. - Disputas verbales, controversias estériles y ociosas sobre palabras más que sobre cosas; una guerra tan salvaje como la que también se ha desatado, no solo en los días de Timoteo y de San Pablo, sino a lo largo de las edades cristianas, en palabras como Predestinación, Elección, Fe, Inspiración, Persona, Regeneración, etc.

San Pablo estaba escribiendo, entonces, en el espíritu del Dios vivo, y no advirtió a ningún pastor y amigo solitario en Éfeso de la mala hierba que entonces brotaba en ese hermoso viñedo suyo recién plantado, sino que se dirigía a los siervos del Maestro en muchos viñedos y de muchas edades; les estaba diciendo lo que los encontraría, lo que estropearía y estropearía su trabajo, y en no pocos casos les rompería el corazón de dolor.

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