El fruto del Espíritu. - No parece haber ninguna diferencia esencial entre este término y el utilizado anteriormente: "las obras de la carne". El fruto del Espíritu es el que naturalmente surge de la operación del Espíritu, en el que naturalmente resulta. Sin embargo, la expresión "fruto" es generalmente utilizada por San Pablo en un buen sentido.

La lista que sigue resalta de manera sorprendente el peculiar acabado y la perfección que pertenece a la moral cristiana. Se verá de un vistazo cómo se diferencia de cualquier forma de ética pagana o filosófica. A la cabeza de la lista está el “amor”, que el cristianismo toma como su principio motor, no estando, quizás, solo en esto, sino solo en la coherencia sistemática con la que se lleva a cabo.

Luego viene el “gozo”, una gracia peculiarmente cristiana, que tiene una raíz mucho más profunda que la mera alegría natural de temperamento, y es más bien el brillo y la ecuanimidad inagotables que proceden de principios tranquilos y firmes animados por el mismo Espíritu Divino. Cabe preguntarse si “paz” es aquí la tranquilidad que derrama en el corazón el sentido de reconciliación con Dios, o más bien, del contexto que sigue, la paz hacia los hombres.

El resto de la lista, como se verá, está formado por aquellas formas delicadas y frágiles de virtud que es menos probable que fomente el curso ordinario de la sociedad. El patriotismo, el coraje, la generosidad, la prudencia, la entereza, son virtudes que se producirían por la acción regular de la selección natural dejada a sí misma. La “paciencia”, la “mansedumbre”, la “bondad”, la “fe”, la “mansedumbre”, la “templanza”, necesitan un proceso más espiritual para su desarrollo.

Gentileza, bondad. - Quizás, más bien, bondad, bondad. La diferencia entre las dos palabras griegas y las ideas que denotan parecería ser algo similar a la diferencia entre estas dos palabras en inglés. El segundo representaría una tendencia de disposición bastante más positiva que el primero.

Fe. - Más bien, quizás, fidelidad; no aquí en el sentido peculiar de San Pablo, en el que la fe es la principal virtud cristiana, sino más bien (como muestra el contexto) "fidelidad" o "confiabilidad" en el trato con los hombres, junto con, quizás, esa franqueza y desconfianza temperamento que San Pablo atribuye especialmente a la caridad ( 1 Corintios 13:7 ).

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