El que es lavado no necesita sino lavarse los pies. - Mejor, el que se ha bañado ... Las palabras de San Pedro han dado a entender que era totalmente impuro, y necesitaba para los pies, la cabeza y las manos, para todo el hombre, una limpieza moral. Cristo responde que no fue así. El hombre que ha sido bañado está limpio, pero sus pies que entran en contacto con el polvo del camino necesitan ser lavados. Fue tan moralmente.

Habían sido limpiados; toda su vida moral había cambiado, pero estaban sujetos a la corrupción de la vida cotidiana por la que caminaban, y necesitaban ser limpiados de la contaminación de la misma. Ese día había proporcionado un ejemplo; su orgullo y egoísmo era del espíritu del mundo y no del espíritu de Cristo; Su acto fue una limpieza de eso, pero no implicaba que no estuvieran limpios.

La lección es que todos, desde los Apóstoles hacia abajo, necesitamos la renovación diaria de la gracia de Dios; y que nadie encuentre en el fracaso, ni siquiera en el mal que se aferra a su camino cotidiano, motivo para cuestionar la realidad del cambio moral que lo ha convertido en hijo de Dios.

Y estáis limpios, pero no todos. - Esta es la aplicación moral, acompañada del lúgubre pensamiento de que no era verdad para todos. Uno había entre los que habían sido bañados y habían permitido que el mal entrara en su corazón y lo contaminara. Para él se había descuidado la limpieza, y la corrupción diaria del mundo había permanecido; Se habían albergado malos pensamientos, hasta que finalmente corrompieron a todo el hombre. (Comp. Nota sobre Juan 15:4 )

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