Versículo 25. Es moderado en todas las cosas... Todos los que contendieron en estos ejercicios pasaron por un largo estado y una serie de preparaciones dolorosas. A esta disciplina exacta se refiere Epicteto, cap. 35: Θελεις Ολυμπια νικησαι; Δει σ' ευτακτειν, αναγκοτροφειν, απεχεσθαι, πεμματων, γυμναζεσθαι προς αναγκην εν ὡρα τεταγμενη, εν καυματι, εν ψυχει, μη ψυχρον πινειν, μη οινον ὡς ετυχεν- ἁπλως, ὡς ιατρῳ, παραδεδωκεναι σεαυτον τῳ επιστατη- ειτα εις τον αγωνα παρερχεσθαι- κ. τ. λ. "¿Deseas ganar el premio en los Juegos Olímpicos? Considerad los preparativos necesarios y las consecuencias: debéis observar un régimen estricto; debéis vivir de la comida que os desagrada; debéis absteneros de todo manjar; debéis ejercitaros en los momentos necesarios y prescritos tanto en el calor como en el frío; no debéis beber nada refrescante; no toméis vino como antiguamente; en una palabra, debéis poneros bajo las indicaciones de un pujador, como lo haríais bajo las de un médico, y después entrar en las listas. Aquí te pueden romper el brazo, descoyuntar el pie, obligarte a tragar bocanadas de polvo, recibir muchos azotes y, al final, ser vencido". Así encontramos que estos sufrieron muchas penas para conquistar, y sin embargo no estaban seguros de la victoria.

Horacio habla de ello casi de la misma manera:-

Qui studet optatam cursu contingere metam,

Multa tulit fecitque puer: sudavit et alsit:

Abstinuit Venere et Baccho.

De Arte Poet, ver. 412.

Un joven que espera ganar el premio olímpico,

debe probar todas las artes y sostener todos los esfuerzos;

Los extremos de calor y frío deben probar a menudo;

Y evitar las debilitantes alegrías del vino y el amor.

Francisco.

Estas citas muestran la propiedad de las palabras del apóstol: Todo hombre que lucha por el dominio, παςταεγκρατευεται, es templado, o continente, en todas las cosas.

Lo hacen para obtener una corona corruptible... La corona que ganaba el vencedor en los juegos olímpicos era de aceituna silvestre; en los juegos píticos, de laurel; en los juegos nemeos, de perejil; y en los juegos ístmicos, de pino. Todos ellos eran corruptibles, pues empezaban a marchitarse en cuanto se separaban de los árboles o se arrancaban de la tierra. En oposición a éstos, dice el apóstol, él contendió por una corona incorruptible, la herencia celestial. No buscaba el honor mundano, sino el honor que viene de Dios.
 

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