Verso 8. Menos que el más pequeño de todos los santos... ελαχιστοτερω παντων αγιων. Como el propósito del apóstol era magnificar la gracia de Cristo en la salvación del mundo, toma todas las precauciones para evitar que los ojos del pueblo se dirijan a otra cosa que no sea Cristo crucificado; Y aunque se vio obligado a hablar de sí mismo como el instrumento particular que Dios había elegido para llevar al mundo gentil al conocimiento de la verdad, lo hace de tal manera que muestra que la excelencia del poder era de Dios, y no de él; y que, por muy honrados que fueran él y sus siguientes apóstoles, tenían el tesoro celestial en vasos de barro. Para situarse lo más bajo posible, en consonancia con su pertenencia al número de hombres divinamente comisionados, se llama a sí mismo menos que el más pequeño; y se ve obligado a crear una nueva palabra, formando extrañamente un grado comparativo, no del positivo, que habría sido un procedimiento gramatical regular, sino del superlativo. El adjetivo ελαχυς significa poco, ελασσων o ελατων, menos, y ελαχιστος, menos. Sobre este último, que es el superlativo de ελαχυς, poco, San Pablo forma su comparativo, ελαχιστοτερος, menos que el menor, palabra de la que sería vano intentar una traducción mejor que la que da nuestra propia versión. Marca fuertemente la incomparable humildad del apóstol; y la asombrosa condescendencia de Dios, al favorecerle, que había sido antes un perseguidor y blasfemo, con el conocimiento de este glorioso esquema de redención humana, y el poder de predicarlo con tanto éxito entre los gentiles.

Las inescrutables riquezas de Cristo... La palabra ανεξιχνιαστος, de α, privativo, y εξιχνιαζω, trazar, de ιχνος, un paso, está sumamente bien elegida aquí: se refiere a los pasos de Dios, a los planes que había formado, a las dispensaciones que había publicado y a las innumerables providencias que había combinado, para preparar, madurar y llevar a pleno efecto y a la vista sus graciosos designios en la salvación de un mundo arruinado, por la encarnación, pasión, muerte y resurrección de su Hijo. Había en estos planes y providencias tal riqueza, tal abundancia, tal variedad, que no podía ser comprendida ni siquiera por la mente naturalmente vasta y, por la inspiración divina, incomparablemente capaz del apóstol.

Sin embargo, tenía que proclamar entre los gentiles estas asombrosas maravillas y misterios de la gracia; y a medida que avanza en esta gran y gloriosa obra, el Espíritu Santo que habitaba en él abre a su mente más y más de esas riquezas-lo conduce a esas huellas del Todopoderoso que no podían ser investigadas por el hombre ni por el ángel, de modo que su predicación y sus epístolas, tomadas todas en su orden cronológico, demostrarán que sus puntos de vista se iluminan, y sus descubrimientos se vuelven más numerosos y más claros en proporción a su avance. Y si hubiera vivido, predicado y escrito hasta el día de hoy, no habría agotado el tema, ni habría declarado plenamente a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo: las infinitas profundidades de la sabiduría y el conocimiento atesorados en él, y la infinidad de actos y poderes salvadores desplegados por él.
 

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