Verso 16.  Sobre todo, (επι πασιν, sobre todo el resto de la armadura,) tomando el escudo de la fe...
 Con la palabra θυρεος, thureos, el apóstol alude al gran escudo oblongo, o scutum, que cubre todo el cuerpo. Véase su descripción antes. Y como la fe es la gracia por la que todas las demás se conservan y se hacen activas, así se representa aquí propiamente bajo la noción de un escudo, por el que todo el cuerpo está cubierto y protegido. La fe, en este lugar, debe significar esa evidencia de las cosas invisibles que todo creyente genuino tiene, de que Dios, por causa de Cristo, ha borrado sus pecados, y por la cual está capacitado para llamar a Dios su Padre, y sentirlo como su porción. Es una fe que se apropia de ella la que puede apagar cualquier dardo del diablo.

Los dardos ardientes del maligno... βελος, un dardo, significa cualquier tipo de arma de proyectil; todo lo que se proyecta a distancia con la mano, como una jabalina, o una lanza corta; o con un arco, como una flecha; o una piedra con una honda.

Los dardos de fuego - Τα βελη τα πεπυρωμενα. Es probable que el apóstol aluda a los dardos llamados falarica, que tenían la cabeza de plomo, en la que o alrededor de la cual se colocaba algún material combustible que tomaba fuego al paso de la flecha por el aire, y a menudo quemaba las máquinas del enemigo, las naves, etc., se calculaba que también se clavaban en los escudos y los incendiaban. Algunos piensan que puede tratarse de flechas envenenadas, que se llaman ardientes por el calor ardiente producido en los cuerpos de los heridos por ellas. Para apagar o extinguir esos dardos ardientes, los escudos solían estar cubiertos de metal por fuera, y así se evitaba que el fuego se apoderara del escudo. Cuando se clavaban en un escudo de otro tipo y le prendían fuego, el soldado se veía obligado a desprenderse de él, quedando así indefenso.

Los dardos ardientes del malvado, του πονηρου, o demonio, son malos pensamientos, y fuertes inyecciones, como se les llama, que en el no regenerado inflaman las pasiones, y excitan al alma a actos de transgresión. Mientras la fe es fuerte en Cristo, actúa como un escudo para apagarlos. El que camina sintiendo el testimonio del Espíritu de Dios de que es su hijo, aborrece todos los malos pensamientos; y, aunque pasen por su mente, nunca se fijan en sus pasiones. Son atrapados en este escudo, embotados y extinguidos.

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