(13) Encuentro entonces una ley, que, cuando quiero hacer el bien, el mal está presente en mí.

(13) La conclusión: como la ley de Dios exhorta a la bondad, así la ley del pecado (es decir, la corrupción en la que nacemos) nos obliga a la maldad: pero el espíritu, es decir, nuestra mente, en ese es regenerado, coexiste con la ley de Dios; pero la carne, es decir, todo el hombre natural, es esclavo de la ley del pecado. Por tanto, en resumen, la maldad y la muerte no son de la ley, sino del pecado, que reina en los que no son regenerados: porque ni quieren hacer el bien, ni hacen el bien, sino que desean y hacen el mal; pero en aquellos que son regenerados, lucha contra el espíritu o la ley de la mente, para que no puedan vivir tan bien como quisieran, o estar tan libres de pecado como quisieran.

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