Bienaventurado el varón que no anda en consejo de impíos, ni está en camino de pecadores, ni se sienta en silla de burladores.

El Argumento - Este libro de salmos nos fue dado por el Espíritu Santo, para ser estimado como un tesoro precioso en el que están contenidas todas las cosas que traen la verdadera felicidad en esta vida presente y en la venidera. Porque las riquezas del verdadero conocimiento y la sabiduría celestial están aquí abiertas para nosotros, para que las tomemos en abundancia. Si quisiéramos conocer la grande y alta majestad de Dios, aquí podríamos ver su brillo brillar claramente.

Si buscamos su incomprensible sabiduría, aquí está la escuela de la misma profesión. Si comprendiéramos su inestimable generosidad y nos acercáramos a él y llenáramos nuestras manos con ese tesoro, aquí podremos probarlo de la manera más viva y confortable. Si supiéramos dónde está nuestra salvación y cómo llegar a la vida eterna, aquí está Cristo nuestro Redentor y Mediador descrito más evidentemente.

El rico puede aprender el verdadero uso de sus riquezas. El pobre puede encontrar plena satisfacción. El que se regocija conocerá el verdadero gozo y cómo medirlo. Los afligidos y oprimidos verán en qué se encuentra su consuelo y cómo deben alabar a Dios cuando les envíe liberación. Los impíos y los perseguidores de los hijos de Dios verán cómo la mano de Dios está siempre contra ellos; y aunque les permite prosperar por un tiempo, los refrena, tanto que no pueden tocar ni un cabello de la cabeza. a menos que él los permita, y cómo al final su destrucción es de lo más miserable.

Brevemente, aquí tenemos los remedios más actuales contra todas las tentaciones y problemas de la mente y la conciencia, de modo que si estamos bien practicados en esto, podemos estar seguros contra todos los peligros en esta vida, vivir en el verdadero temor y amor de Dios, y finalmente alcanzar la corona de gloria incorruptible, que está guardada para todos los que aman la venida de nuestro Señor Jesucristo.

(a) Cuando un hombre una vez ha cedido el lugar a los malos consejos, oa su propia naturaleza pecaminosa, comienza a olvidarse de sí mismo en su pecado, y así cae en el desprecio de Dios, que se llama el asiento de los escarnecedores.

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