(7) Hermanos, no habléis mal los unos de los otros. El que habla mal de su hermano y juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga la ley; pero si tú juzgas la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.

(7) Él reprende con dureza otra doble travesura del orgullo. La primera es que los orgullosos y arrogantes tendrán otros hombres para vivir de acuerdo con su voluntad y placer. Por eso condenan con arrogancia todo lo que no les agrada: lo cual no se puede hacer sin gran daño a nuestro único legislador. Porque a través de esto se encuentran faltas en sus leyes, por no haber sido escritas con suficiente cuidado, y los hombres desafían lo que para sí mismos pertenece únicamente a Dios, en el sentido de que imponen una ley sobre las conciencias de los hombres.

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