(14) ¶ Recuérdalos de estas cosas, encargándoles delante del Señor que no luchen por las palabras en vano, sino para trastornar a los oyentes. (15) Estudia para mostrarte aprobado a Dios, obrero que no tiene de qué avergonzarse, que reparte correctamente la palabra de verdad. (16) Pero evita los balbuceos profanos y vanos, porque aumentarán hasta la impiedad. (17) Y su palabra comerá como un chancro: de ellos Himeneo y Fileto; (18) Los que se han equivocado acerca de la verdad, diciendo que la resurrección ya pasó; y derribar la fe de algunos.

No podemos admirar suficientemente la gran atención del Apóstol al seguir su consejo a su amado Timoteo, cómo comportarse en la Iglesia de Dios, como ministro de Cristo. En estos versículos, él desvía su atención de usar palabras sin provecho, sino para subvertir a los oyentes; y lo dirige a estudiar cómo aprobarse a sí mismo ante Dios: convertirse en un obrero que no necesita avergonzarse: dividir correctamente la palabra de verdad.

El dividir correctamente la palabra de verdad, parece ser una figura tomada de la costumbre en la Iglesia judía, al dividir el sacrificio; donde se tuvo cuidado de que la parte consagrada como santa al Señor no fuera retenida; y lo que era la porción del Oferente podría conservarse. De modo que un obrero en el ministerio que justamente divide la palabra de verdad, tiene el ojo puesto en toda la familia de Cristo.

Consuela a los dolientes, sostiene a los débiles, despierta a los descuidados, atrae a los vagabundos y sostiene a Cristo para las almas angustiadas y fatigadas, como descanso y consuelo. Y mientras habla a los hombres, principalmente tiene los ojos puestos en Dios, para que su bendición vaya delante, acompañe y siga sus trabajos. Ese hombre nunca puede mostrarse aprobado ante Dios, que no hace de Cristo lo que Dios le hizo, la salvación completa.

Ahora bien, si Cristo es el Alfa y la Omega, a juicio de Jehová, en sus preocupaciones por la Iglesia, debe serlo en el ministerio de sus siervos. Y al sostener así a Cristo como Moisés alzó la serpiente en el desierto; sigue las huellas del Espíritu Santo y hace de Jesús la salvación total de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del gentil.

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