Cuando Pablo y su compañía partieron de Pafos, llegaron a Perge en Panfilia; y Juan, partiendo de ellos, volvió a Jerusalén. (14) Pero cuando partieron de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, entraron en la sinagoga el día de reposo y se sentaron. (15) Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los jefes de la sinagoga les enviaron a decir: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, dínoslo.

(16) Entonces Pablo se puso en pie y, haciendo señas con la mano, dijo: Varones de Israel, y los que teméis a Dios, haced oído. (17) El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y exaltó al pueblo cuando habitaban como extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo alto los sacó de allí. (18) Y por el tiempo de cuarenta años sufrió sus modales en el desierto. (19) Y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les repartió su tierra por suertes.

(20) Y después les dio jueces por el espacio de cuatrocientos cincuenta años, hasta el profeta Samuel. (21) Después pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años. (22) Y cuando lo hubo destituido, les levantó a David por rey; de quien también dio testimonio, y dijo: He encontrado a David hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón, el cual cumplirá toda mi voluntad.

(23) De la simiente de este hombre, según su promesa, Dios levantó a Israel un Salvador, Jesús: (24) Cuando Juan predicó por primera vez, antes de su venida, el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. (25) Y cuando Juan cumplió su carrera, dijo: ¿Quién os crees que soy? No soy el Pero he aquí, viene después de mí uno, cuyo calzado de sus pies no soy digno de desatar.

Quizás el lector sepa que era costumbre en la sinagoga, después de la lectura de la ley y los profetas; para que los hombres santos expongan al pueblo, según sientan dispuesto en su mente, la palabra de Dios. Y como Bernabé y Pablo tenían la reputación de ser personajes sagrados, el gobernante principal de la sinagoga los invitó a hablar, si tenían algo en particular que decir. Sin duda, el Señor anuló la ocasión.

Y nosotros, los de esta hora, encontramos motivo para bendecir al Señor por ello, en el delicioso discurso aquí registrado. Pero no creo que sea necesario comentarlo. El conjunto es breve y está tan completamente explicado por las Escrituras que no puede requerir más ilustración.

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