Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aún una vez, dentro de poco haré temblar los cielos, la tierra, el mar y la tierra seca; (7) Y haré temblar a todas las naciones y a la tierra. El deseo de todas las naciones vendrá; y llenaré de gloria esta casa, dice el SEÑOR de los ejércitos. (8) Mía es la plata, y mío es el oro, dice el SEÑOR de los ejércitos. (9) La gloria de este último. Casa será más grande que la anterior, dice Jehová de los ejércitos; y en este lugar daré paz, dice Jehová de los ejércitos.

El poco tiempo se habla en referencia al cálculo del tiempo del Señor, y no al nuestro. Mil años a sus ojos son como un día. Pasaron ahora unos quinientos años antes de que Cristo abriera el tabernáculo en sustancia de nuestra carne; y, sin embargo, el Señor lo llama ¡sólo un poquito! ¡Piensa, lector! de la eternidad de su naturaleza y esencia, por esas distinciones de carácter! Y observe lo que va a presentar este glorioso Siloh; el Señor hará temblar a todas las naciones, sí, los mismísimos cielos y la tierra; es decir, levantar y derribar reinos y poderes; las monarquías persa, griega y romana, cada una iba a ministrar, a su vez, y todas a este evento.

¡Pero lector! sobre todo, marque la característica bendita por la que se describe a Cristo; es decir, el deseo de todas las naciones. Y así es para todo pobre pecador de la tierra, a quien se le revela. Si no es así, la razón es que no conocen sus propias necesidades, ni su idoneidad, ni su plenitud suficiente y su gracia para suplir. Pero en todas las naciones, en todos los climas, lenguas, pueblos y lenguas, donde se siente el pecado y se da a conocer a Cristo, nada más que Cristo puede satisfacer.

Y ruego al lector que comente aún más, cuán despreciablemente habla el Señor de la plata y el oro. El primer templo de Salomón tenía una gran abundancia de oro y plata. Mientras que este segundo templo tenía pocos ornamentos en los días de Hageo. ¿Pero que hay de eso? La gloria de esta última casa será mayor que la de la primera. Y así fue más eminentemente, cuando el Hijo de Dios en nuestra naturaleza entró en él.

Yo mismo no concibo que los judíos de la antigüedad, que lloraban ante la vista del segundo templo, lo hicieran solo por la falta de elementos ornamentales. Pero había asuntos, de momento superior, en los que estaba defectuoso. Los judíos confiesan que el segundo templo no tenía ninguno de los cinco signos que tenía el primer templo; es decir, 1er. el Arca, con el Propiciatorio y Querubines: 2º. la Shejiná: tres veces.

el Espíritu de Profecía: cuarto. el Urim y Tumim: y quinto. el Fuego Santo en el altar. Pero, en la presencia del Señor Jesús, tenían más que todos estos; porque, estos eran sólo el tipo. Cristo la sustancia. Para que nada pueda ser más decisivo, en la confirmación de esta bendita profecía de Hageo, señalando a Cristo, y en el cumplimiento de Cristo. Y él es, de hecho, toda la paz de su pueblo.

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