Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.

Si nuestras esperanzas en Cristo se limitaran solo a esta vida, seríamos, de todos los hombres, los más dignos de compasión, es decir, porque, mientras otros viven sin ser molestados, nosotros estamos expuestos a toda prueba y, después de todo, estamos condenados a la decepción en nuestra esperanza acariciada; porque nuestra salvación, incluso del alma (no solo del cuerpo), depende de la resurrección de Cristo, sin la cual su muerte no nos beneficiaría ( Efesios 1:19 ;). Los paganos están "sin esperanza". Nosotros seríamos aún peor, porque también estaríamos sin disfrute presente. La inmortalidad del alma separada del cuerpo no es nuestra esperanza en las Escrituras, sino en conexión con el cuerpo resucitado.

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