Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor,

y María dijo- ¡Magnífico cántico! en el cual se captura la melodía de la antigua canción de Ana, en circunstancias similares, ligeramente modificada y sublimada. ¿Es acaso inverosímil suponer que el espíritu de la bienaventurada Virgen se había sumergido previamente en una misteriosa simpatía con las ideas y el tono de este himno, de manera que cuando la vida y el fuego de la inspiración penetraron en su alma, barrió espontáneamente las cuerdas de esta canción, enriqueciendo el Himnario de la Iglesia con ese cántico que desde entonces ha resonado en sus paredes? En ambas canciones, esas santas mujeres, llenas de asombro al ver que "los orgullosos, los poderosos, los ricos" son pasados por alto, y, en su lugar, los más humildes son elegidos para inaugurar los eventos más grandes, cantan esto como no siendo un movimiento excepcional, sino una gran ley del reino de Dios, por la cual Él se complace en "derribar a los poderosos de sus tronos y exaltar a los humildes". En ambas canciones, la melodía se desvanece en CRISTO; en la de Ana, bajo el nombre de "Rey de Yahvé", a quien, a través de toda su línea, desde David hasta Él mismo, le dará "fuerza", y como su "ungido", cuyo cuerno Él exaltará (); en el cántico de la Virgen, es como la "Ayuda" prometida a Israel por todos los profetas.

Mi alma engrandece al Señor,

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