Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.

Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Podría haberse ahorrado esta confesión humillante, si su objeto hubiera sido la mera readmisión a las ventajas del techo paterno. Pero el caso descrito es uno en el que tal egoísmo despiadado no tiene cabida, y en el que tal pensamiento sería aborrecido. No, esta confesión fue pronunciada, como bien observa Trench, después del beso de reconciliación.

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